Argelia: elecciones del 10 de mayo

8/05/2012 | AfroIslam

Argelia: el arma de la abstención (2ª parte)

Después del 15 de abril, fecha del comienzo de la campaña oficial, son pocos los Argelinos que participan a las reuniones políticas, hasta el punto, señalaba la Agencia France Press (AFP), que algunas de esas reuniones han debido ser anuladas. Los tableros electorales, levantados en 48 wilayas (provincias), están a veces vacíos, o son destruidos.

Incluso la presencia de 500 observadores internacionales, de los cuales, por la primera vez, una decena enviados por la ONU, 120 personas por la Unión Europea, 200 personas acreditadas por la Unión Africana y de 100 por la Liga Árabe, invitados para contrarrestar la sospecha repetitiva de fraude, no convence. “Tenemos 45 000 oficinas de voto, los observadores extranjeros se encuentran en la posición de falsos testigos”, asegura un universitario. Las dudas han crecido con el nombramiento del ministro de justicia, Tayeb Belaiz, à la cabeza del Consejo constitucional, encargado particularmente de proclamar los resultados de las elecciones. Incluso la creación de una comisión nacional de supervisión de las elecciones, compuesta por magistrados designados por el jefe del Estado, no ha bastado. Los “indignados” argelinos están asqueados.

Los argelinos están persuadidos que las legislativas no sirven más que para asegurar un sueldo confortable a unos parlamentarios corruptos e ineficaces y por lo tanto deprecian las urnas, como en 2007 donde el coeficiente de abstención fue superior al 60 %. Está claro que son de la ciudad con relación al interior del país, donde el peso de las tribus, de los clanes familiares y de las autoridades es más importante y donde la abstención es siempre menor.

Pero los rebeldes de las urnas no tienen edad y se reclutan en todas las capas sociales. “Madame, yo no voto desde 1962!” (Fecha en la que se instauró el partido único hasta el 1989), se insurge un jubilado. Los jóvenes levantan los hombros. “¿Votar? ¿Para qué?, interroga Abdelkader, 23 años, en paro. Mourad, empleado en el sector del turismo, explota: “¡Nunca más iré a votar! Y ¿sabe usted qué? Me han ofrecido 11000 dínares (unos 112 euros) por día para ir a vigilar una mesa de voto… pero nunca haré eso, aunque solo gane 25000 dínares por mes, nunca haré eso!”

De vez en cuando, el “indignado” argelino, pobre en un país rico, se rebela. Levanta barricadas en las carreteras, quema neumáticos, se enfrenta a la policía, pero siempre en su barrio, y por razones precisas: casa, empleo, la vida cara. La reciente subida de precios de frutas y legumbres moviliza bastante más que las reuniones políticas, que ni siquiera son capaces de presentar un programa. “La patata hace sombra a las urnas”, escribía el 23 de abril el periódico en línea Maghreb Emergement. Añade: “En un contexto de campaña electoral sin asperidades, el desprecio hacia el escrutinio se ve agravada por la subida de los precios en particular de la patata que se ha convertido en el símbolo por excelencia”. Hasta el punto que como anuncia el “site”, Abdelmayid Sidi Said, el secretario general de los trabajadores argelinos (UGTA), único sindicato reconocido por los poderes públicos, vería un casi-complot contra las elecciones, o en último caso “algunos factores políticos en relación con el 10 de mayo próximo!”.

En los casos más extremos, “indignados” se inmolan por el fuego. El 29 de abril, a 360 km al este de Argel, en Jijel, un vendedor de 25 años se rociaba de gasolina y se quemaba para protestar contra la destrucción de su comercio. Inmediatamente después, estallaron las manifestaciones. ¿Cuántos son, estos desesperados, que no han suscitado un movimiento comparable a lo que ocurrió enTúnez? No hay ninguna estadística, pero regularmente la prensa argelina se hace eco de estas tentativas con un fin a menudo trágico.

Ninguna formación está libre de la crisis profunda de la sociedad argelina. Ni el viejo partido de la guerra de la independencia, el FLN, minado por conflictos internos; ni el FFS, ausente demasiado tiempo de la escena política; ni los partidos islamistas, marcados por el absolutismo del ex-FIS. Mientras que los vecinos de Túnez y Marruecos sobre todo, los islamistas han llegado al poder, en Argelia los partidos hermanos se presentan en orden disperso.

El Movimiento de la sociedad por la paz (MSP), ex Hamas, cercano a los Hermanos musulmanes), que salieron de la coalición gubernamental, aunque manteniendo sus cuatro ministros, es verdad que se han aliado a otras dos formaciones, El Islah (Reforma) y En Nahda (Renacimiento), para crear una cartel común, la Alianza de una Argelia Verde (AAV), pero no parece que sean capaces de imponerse. Tampoco, a pesar de sus proclamas anticipadas de victoria, como tampoco Abdalah Yaballah, que dirige un nuevo partido islamista, el Frente por la justicia y el desarrollo (PJD), y que a veces da la impresión de favorito. “Yo no creo que ningún partido pueda llegar a una cifra capaz de obtener la mayoría, ha comentado seguro de sí mismo, el ministro del interior Daho Uld Keblia en una entrevista el 24 de abril al cotidiano En Nahar. Los escaños estarán dipersos entre los partidos”.

Ningún sondeo, ningún partido se ha arriesgado a pronosticar un resultado o una proyección de la cara futura de la Asamblea argelina. “El sistema argelino ha hecho todo para despolitizar a la sociedad” , deplora Sabrina Zuaui, joven jurista de 29 años que milita por el boicot de las elecciones. “Este desinterés por lo político por una práctica de distribución que no es sana: se ha corrompido al pueblo”, afirma el politólogo M. Hennad, que afirma que se espera “a probles más bien, después de las elecciones”. Porque añade, “existe un consenso en la sociedad para un cambio, pero a la manera argelina, desde el interior”.
Esta aspiración se expresa, a través de diferentes caminos, en la abstención – como en el libro Un sueño argelino, crónoca de un cambio esperado (Ed. De l’Aube, 98 p. 13,20 euros), que acaba de escribir un joven franco-argelino, Tarq Ghezali. Concluye con estas palabras: “En el momento de una crisis mundial sin precedente, de una primavera árabe inaguantable (…), lo que es de chiste y fantasioso, es pensar que podamos continuar como antes, o casi” .

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