África y el mundo no necesitan más comida, necesitan más gente solidaria y comprometida

30/01/2017 | Editorial



Un tercio de nuestros alimentos acaba en la basura, mientras 800 millones de personas siguen pasando hambre en el mundo. Así habla el slogan de Manos Unidas para la campaña contra el hambre de 2017.

Millones de personas y refugiados duermen por las calles y en campos con tiendas de plástico, durante el crudo invierno europeo, mientras que existen más de 1.5 millones de pisos vacíos en España solamente. En concreto, Barcelona, con 283.155 inmuebles, es la provincia con más casas vacías, seguida de cerca por Madrid, con 263.279, y Valencia, con 214.002.
Las personas sin hogar pueden oscilar entre 20 000 y 30 000, en toda España y entre 2.000 y 9.000 personas en Madrid.

En 2015, más de 1 millón de refugiados llegaron a Europa tras realizar un peligroso viaje. El 26% fueron niños y siguen llegando cada vez más. Huyen de la guerra, la violencia y la pobreza extrema en países como Siria, Afganistán, Iraq, Somalia, RDC, o Nigeria. Han dejado atrás hogares, familia, amigos, escuela… para jugarse la vida en un tránsito hacia Europa lleno de amenazas.

Esta es una crisis con rostro de niño: más de 1.500 niños han muerto ahogados en el mar Mediterráneo, 23.000 niños están bloqueados en Grecia y miles de niños no acompañados se encuentran en paradero desconocido dentro de nuestras fronteras.

El Papa Francisco dijo en su mensaje sobre los refugiados y emigrantes: “Los niños constituyen el grupo más vulnerable entre los emigrantes, porque, mientras se asoman a la vida, son invisibles y no tienen voz: la precariedad los priva de documentos, ocultándolos a los ojos del mundo; la ausencia de adultos que los acompañen impide que su voz se alce y sea escuchada. De ese modo, los niños emigrantes acaban fácilmente en lo más bajo de la degradación humana, donde la ilegalidad y la violencia queman en un instante el futuro de muchos inocentes, mientras que la red de los abusos a los menores resulta difícil de romper.

Dirijo a todos un vehemente llamamiento para que se busquen y adopten soluciones permanentes. Puesto que este es un fenómeno complejo, la cuestión de los emigrantes menores de edad se debe afrontar desde la raíz.

Las guerras, la violación de los derechos humanos, la corrupción, la pobreza, los desequilibrios y desastres ambientales son parte de las causas del problema. Los niños son los primeros en sufrirlas, padeciendo a veces torturas y castigos corporales, que se unen a las de tipo moral y psíquico, dejándoles a menudo huellas imborrables.

Por tanto, es absolutamente necesario que se afronten en los países de origen las causas que provocan la emigración. Esto requiere, como primer paso, el compromiso de toda la Comunidad internacional para acabar con los conflictos y la violencia que obligan a las personas a huir, y para promover programas adecuados de desarrollo auténtico que promueva el bien de los niños y niñas, esperanza de la humanidad”.

Cuando las personas gozan de Techo, Trabajo y Tierras, para vivir una vida digna y en armonía social, no piensan en abandonar sus hogares.

Existen los recursos, especialmente en África, para satisfacer todas sus necesidades básicas de sus pueblos: techo para las familias, tierra con alimentos y trabajo para un desarrollo sostenible.

Sin embargo, la gestión egoísta del poder por falta de líderes íntegros, tanto a nivel nacional como internacional, sigue siendo la causa más básica de tanto sufrimiento causado por el hambre, el empobrecimiento, la violencia y la emigración forzosa.
Gran parte de los líderes políticos y financieros son los principales causantes de crear este sistema capitalista, injusto y cruel, que sigue esclavizando a dos tercios de la humanidad.

Algunos dicen que la pobreza en el mundo no es cuestión de una distribución más justa de los recursos, sino de la creación de más recursos. Esta disyuntiva me parece una falacia capitalista, porque se trata de los dos elementos al mismo tiempo: producir más según las necesidades y al mismo tiempo garantizar una justa distribución de los recursos y servicios. De nada nos sirve producir más para que unos pocos acaparen más.

Otra de las falacias capitalistas afirma que para superar el hambre, no se trata de darles peces sino de enseñarles a pescar. Se quiere a veces enseñarles a pescar, como no supieran, para acaparar nosotros los peces. Lo que es realmente importarte es darles oportunidades para pescar, y no acaparar la pesca en manos de algunas multinacionales, que es lo que está ocurriendo en África. Yo lo he visto en Uganda.

La sociedad está más indignada que nunca, con la hipocresía de los poderosos financieros, y se va organizando en movimientos sociales y nuevas iniciativas para aislar a las empresas depredadoras y crear una gestión y una economía más colaborativas y humanas.

De nada sirven las quejas. Las ayudas y asistencias solo deben ser provisionales y puntuales. Es necesario pasar a una sensibilización y colaboración ciudadana para tomar nuestra propia responsabilidad, en abandonar las instituciones corruptas y abusivas y en elegir a líderes más íntegros y sistemas económicos más justos y éticos.

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