África :Venta y arrendamientos de tierras , por Antonio Molina

9/12/2010 | Bitácora africana

La utilización de la tierra como mercancía ha estado siempre presente en mayor o menor grado a lo largo de toda la Historia de la Humanidad. En los últimos años, la compra o arrendamientote grandes extensiones de tierras fértiles en las naciones pobres, principalmente en África, por parte de los países ricos, se ha incrementado por varias razones, pero, fundamentalmente, para asegurarse la producción de alimentos. La escasez del agua, la subida de los precios de los productos básicos, el crecimiento demográfico y el alto coste de la energía están detrás de unas operaciones que, sin ser nuevas, están adquiriendo grandes proporciones y tienen consecuencias económicas, sociales y políticas cada vez más profundas.

ESTUDIO DEL BANCO MUNDIAL SOBRE LA ADQUISICIÓN DE TIERRAS

El 7 de septiembre, el Banco Mundial publicó un informe sobre la adquisición de tierras a gran escala. El documento se titula: “El creciente interés por las tierras agrícolas en el mundo ¿puede proporcionar beneficios ecuánimes a largo plazo? El informe constata que en 2009 se adquirieron 450 millones de Ha, mientras que en los diez años anteriores, el promedio anual era de 40 millones de Ha anuales. Las tres cuartas partes de esos terrenos están en África.

En 2009, el Banco Mundial propuso a todos: los inversores, las sociedades civiles y los gobiernos, estos principios generales, a saber:

– El respeto de los derechos de la tierra y los recursos naturales de las poblaciones locales.

– La necesidad de que la inversión contribuya a la seguridad alimentaria.

– La transparencia de los proyectos.

– La consulta y participación de todos los interesados en los proyectos.

– La necesidad de enmarcar las inversiones en un proceso responsable y sostenible, tanto en los aspectos sociales, como en los ambientales.

CONSTATACIONES DE LOS AUTORES

Basándose en hechos recientes, los autores estiman que “en la mayoría de las situaciones, los beneficios de estas operaciones son pocos o inexistentes.”

Por un lado, conceden que las inversiones extranjeras pueden ser un modo de corregir la debilidad de la capacidad financiera de un país, de aportar tecnologías modernas, que mejoren la productividad de la agricultura y reducir la pobreza, pero reconocen también, que estas compras masivas de tierras pueden ser fuente de graves conflictos sociales y hasta sencillamente operaciones puramente especulativas y fraudulentas. Estas adquisiciones se realizan con frecuencia a expensas de las poblaciones locales asentadas en esas regiones desde tiempos inmemoriales, aunque no tengan títulos de propiedad, porque en África en muchos lugares no existe cadastro de las propiedades rurales, la ocupación y el asentamiento generan títulos de propiedad, con frecuencia socializada. Las tierras pertenecen a la aldea y no a los particulares. Existe en muchos lugares el título de “jefe de las tierras”, que es quien asigna los campos de cultivo a cada familia.
En algunos casos se trata de operaciones fraudulentas entre los gobiernos y las multinacionales, sin las debidas compensaciones a las poblaciones locales más vulnerables, que se ven expulsadas de sus tierras.

QUIENES SON LOS COMPRADORES

En primer lugar están los gigantes asiáticos: China, India y Corea del Sur, seguidos de los países del Golfo Pérsico como Arabia Saudí, los Emiratos Árabes Unidos y Qatar, que tienen dinero para comprar alimentos en el mercado mundial, pero cuya escasez de agua les impide producirlos.

China comenzó hace diez años a arrendar tierras en Méjico y Cuba, pero ahora dirige sus miradas hacia África, para asegurar el suministro de sus 1.300 millones de habitantes. Otros países objeto de contratos de arrendamiento de grandes superficies son Rusia, Brasil, Ucrania, Pakistán y Filipinas.

Se trata de producir cantidades ingentes de productos básicos para la alimentación: arroz, maíz y trigo, además de materias primas para los agrocombustibles.

Según el Instituto Internacional de Investigación de Política Alimentaria (IFPRI, siglas en inglés) entre 15 y 20 millones de Ha de países pobres han cambiado de manos desde 2006 en este tipo de operaciones, con un valor conjunto que oscila entre 20.000 y 30.000 millones de euros.

PUERTA ABIERTA A LA ESPECULACIÓN

El informe del Banco Mundial subraya que algunos inversores en África “parecen más interesados por la especulación sobre el aumento del precio de las tierras, que por su explotación, y sólo cultivan parcialmente las tierras adquiridas.” Tanto es así, que Mozambique intenta ahora echarse atrás con relación a anteriores ventas y arrendamientos de tierras, una vez descubierto ese juego poco limpio.
Un aspecto particular revisten los proyectos relacionados con la producción de agrocarburantes, que aunque adquieren solamente algunos centenares de Ha, pretenden que millones de agricultores trabajen para ellos, por unos miserables ingresos. He aquí un ejemplo: La Sociedad BRP-África, cuya sede se encuentra en Costa de Marfil, tiene su propia plantación de un millar de Ha de jatrofa, pero propaga este cultivo, fomentando la creación de un millón de hectáreas de jatrofa, que es presentada a los campesinos como la planta milagrosa que va a salvar al Continente africano de su pobreza, cuando en realidad va a enriquecer a las sociedades del Norte, que pretenden fabricar un combustible, tan contaminador como el petróleo, cuyo carbono perjudicará al medioambiente de los africanos.

CONCLUSIÓN

Parece urgente que la sociedad civil africana establezca células de control sobre estas realidades y que este tema sea ampliamente debatido en el próximo Foro Social Mundial de Dakar. Si dejamos las cosas correr, dentro de unos años se reproducirá en África el fenómeno frecuente en América Latina de los pequeños agricultores sin tierra, pues sus campos están integrados en los grandes latifundios gestionados por poderosas empresas, que los dedican a monocultivos con fines industriales, como la soja transgénica, el maíz o el azúcar.

Autor

  • Molina Molina, Antonio José

    Antonio José Molina Molina nació en Murcia en 1932. Desde 1955 es Misionero de África, Padre Blanco, y ya desde antes ha estado trabajando en, por y para África. Apasionado de la radio, como él relata en sus crónicas desde sus primeros pasos en el continente africano, "siempre tuve una radio pequeña en mi mochila para escuchar las noticias". Durante septiembre 2002, regresa a Madrid como colaborador del CIDAF. En octubre de 2005 aceptó los cargos de secretario general de la Fundación Sur y director de su departamento África. Antonio Molina pertenece -como él mismo dice- a la "brigada volante de los Misioneros de África", siempre con la maleta preparada... mientras el cuerpo aguante.

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