África, una hora a oscuras en solidaridad con Occidente

1/04/2009 | Editorial

El pasado sábado, cientos de millones de personas en todo el mundo se unieron en lo que se describió como un voto para el planeta. De Pekín a Nueva York, de Ciudad del Cabo a París, los ciudadanos apagaron las luces durante 60 minutos para pedir que se haga algo que pare, o al menos modere, el cambio climático. África también participó masivamente y apagaron las luces por una hora.

Estamos acostumbrados a discutir el cambio climático en términos ambientales y económicos. Su impacto en el planeta es demasiado evidente. Algunos fenómenos naturales como la desaparición de las capas de hielo polares, la sequía y la elevación del nivel del mar se han convertido en noticias que aparecen regularmente en la prensa diaria. Más recientemente, debido a la recesión mundial, se habla de la economía del cambio climático y los costes que conlleva tomárselo en serio. Hay una tendencia a pensar que el desarrollo sostenible ecológicamente adecuado es más caro que a lo que ya estamos acostumbrados. El desarrollo salvaje que destruye no solo el equilibrio ecológico, sino que también destruye las relaciones sociales. Aunque el coste de un desarrollo sostenible parezca mayor a corto plazo, hay que preveer los costes económicos, ecológicos, y sociales que van a tener lugar a largo plazo.

Sabemos ya mucho sobre le cambio climático, y sus efectos, pero no parece que lo tomemos muy en serio en Occidente, a parte de hablar sobre ello y hacer algún gesto profético como el apagar las luces una hora al año. A lo mejor es que porque sabemos los efectos a largo plazo, no estamos inclinados a invertir en ello. Los que se van a ver más afectados por el cambio climático son casualmente los países más pobres, mientras los que están haciendo el mayor daño ambiental son los países más desarrollados, como nosotros. África, al quedarse a oscuras, se ha solidarizado con Occidente y nos tiende esa mano amiga para ayudarnos a arreglar el desorden ecológico que hemos creado.

Pero el cambio climático no es sólo una cuestión ambiental y económica, sino que también tiene una dimensión ética por la que todos los seres humanos compartimos el imperativo ético de evitar una crisis humanitaria masiva. La inacción frente al cambio climático debería ser considerada como siendo partícipes de un crimen contra la humanidad. El cambio climático pone inquietantes preguntas relativas a la justicia, la equidad, las responsabilidades y obligaciones de todas las personas que compartimos esa ciudadanía global. Porque toda la humanidad esté donde esté, viajamos en el mismo barco … que empieza a hacer agua. Todos tenemos una obligación moral de encontrar una solución equitativa y sostenible al cambio climático porque socava los medios de vida, destroza vidas y amplía la brecha entre los ricos y los pobres.

Se necesita urgentemente un compromiso político y social para hacer todo lo que está en nuestro poder, y evitar que el daño sea mayor. Una hora sin luz es un gesto simbólico que sirve para llamar la atención sobre la seriedad del problema, pero no es la solución. Esperemos que nos comprometamos a hacer algo pronto para mitigar el daño que ya se está haciendo notar. África se solidariza con nosotros, pero somos nosotros los que tenemos que apechugar con nuestras propias responsabilidades, y no caer en la tentación de hacer que la historia se repita, descargando nuestras obligaciones sobre el continente más afligido.

Autor

Más artículos de Administrador-Webmaster