África: ¿porque las elecciones son cuestionadas tan a menudo?

23/09/2009 | Opinión

Si la ola de ensayos democráticos de principios de los años 90 dejó entrever mucha esperanza en los pueblos africanos, a fuerza hemos de comprobar que los ejemplos convincentes de alternancia como resultado de unas elecciones libres y justas siguen siendo raros (Ghana, Botsuana). Aun no siendo una exclusividad de los pueblos africanos, las elecciones en África son a menudo cuestionadas y acaban con una oleada de violencia (Kenia, Congo Braza, Gabón, etc.…). ¿Cómo se puede explicar?

A fin de dar una respuesta a esta pregunta, el enfoque sobre la economía parece pertinente. Desde este punto de vista, se considera que no hay un estado que busca el interés general, sino solamente hombres de estado (políticos y burócratas) que se preocupan en primer lugar de sus propios intereses (la búsqueda de poder). Desde este enfoque, el proceso de las elecciones es considerado como un mercado: los que ofrecen son los políticos y los que demandan son los electores. A cambio de los votos de los electores, los hombres políticos hacen promesas electorales en ámbitos específicos. Evidentemente, para que los resultados de las elecciones sean admitidos por todos los participantes, deben tener en cuenta algunas reglas en cuanto a la competencia leal, es decir las reglas que garantizan el buen funcionamiento del mercado político. En consecuencia, si las elecciones en África son cuestionadas frecuentemente es porque las reglas del buen funcionamiento de la política faltan o cuando existen no son respectadas. ¿De qué reglas se trata?

Quien dice mercado político dice intercambio entre los electores y los candidatos, interncambio que no se puede hacer sin el respecto al derecho de voto de los primeros y al derecho de elegibilidad de los otros.

Desgradaciamente las listas electorales están falseadas y el recuento de votos manipulado, lo que da lugar a listas fantasionsas y a situaciones “cómicas”. Como ejemplo, durante las recientes elecciones de Ali Bongo, se contaron más de 2 millones de electores inscritos, aunque el país cuenta con una población alrededor de 1,4 millón de habitantes.

Por otro lado, se descubrieron inscripciones de personas muertas y de niños. La ingerencia del estado, frecuentemente en beneficio de los candidatos salientes, no es otra cosa que la violación del derecho de voto de los electores.

En consecuencia, las elecciones no son beneficiosas y la competencia es falsa, lo que explica el sentimiento de injusticia de los electores africanos y al mismo tiempo los movimientos de violencia después de las elecciones.

Aunque los candidatos que se presentan a las elecciones presidenciales son cada vez más numerosos, cualquier candidato no puede hacer uso pleno del fruto de su trabajo (la campaña electoral) en la medida en que su derecho de elegibilidad es violado. En efecto, a menudo las listas electorales son hinchadas en las zonas partidarias del candidato del estado y depuradas en las zonas hostiles. Esto, sin contar las intimidaciones, las amenazas que se producen durante el escrutinio. Así, cuando violan el derecho de voto o de elegibilidad de alguien, aumenta la probabilidad de que recurra a la violencia. Pero, ¿es que la violencia electoral en África es una fatalidad?

Aparentemente, no hay razones para que los africanos sean violentos por naturaleza. En el fondo, se trata de un problema institucional en la medida en que el reglamento de los contenciosos en los países africanos sufre de la falta de reglas y de mecanismos capaces de solucionar los litigios.

En efecto, existen las comisiones electorales, pero casi siempre, se conforman con centralizar y publicar los resultados sin hacer investigaciones profundas. Su independencia es limitada ya que la ausencia de estado de derecho, de separación de poderes y la falta de medios, hacen que la justicia sea demasiado dependiente del poder de turno, como para actuar en contra de su voluntad. Por tanto, la debilidad del estado de derecho y la ausencia de justicia independiente explican la desconfianza de los electores africanos y por tanto sus cuestionamientos violentos.

Si los africanos han adquirido una mala imagen de las elecciones, de las que desconfían, es porque el proceso de la competición electoral ha sido falseado. Se dice que la competencia beneficia a los consumidores, en este caso a los electores. Pero, como las reglas de competencia leal no han sido respetadas, a veces las elecciones han sido un medio de control de los gobernados por los gobernantes si ninguna reciprocidad. A falta de poder elegir personas o programas, los electores africanos, a menudo, han sido influenciados por iniciativas de movilización etno-regionales.

La instrumentalización por parte de los políticos, de las identidades locales y de clanes ha conducido a tensiones electorales y en muchos casos a violencia o guerras civiles, como en Congo-Braza, a partir de 1993.

Con la suma de todo esto, el cuestionamiento de las elecciones y la violencia que causa es un problema institucional de regulación de la competencia política: registro de candidaturas de los que se van a presentar, registro de los electores, la elección del emblema o de los símbolos y los colores de los partidos políticos (por razón del analfabetismo de los electores), acceso a los medios de comunicación y la libertad de campaña electoral. El funcionamiento correcto de las votaciones y del recuento de los votos, hasta la publicación de los resultados. El mal gobierno sólo acentúa este problema de la regulación de la competencia política.

En consecuencia, la prevención de la puesta en duda del proceso electoral y la restitución de la democracia africana pasan por una reforma institucional para una instauración y una consolidación de un estado de derecho, de justicia y de la transparencia, de manera que se protejan los derechos de voto de los electores y de elegibilidad de los candidatos.

Hicham El Moussaoui

Publicado en Le Potentiel, en colaboración con UnMondeLibre.org, República Democrática del Congo, el 9 de septiembre de 2009.

Traducido por DIATTA Mame Diarra, estudiante senegalesa de Lenguas Extranjeras Aplicadas de la universidad de Lyon, colaboradora en prácticas con la Fundación Sur.

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