Adictos a las apuestas

22/07/2019 | Opinión

¿Qué tienen en común (además de estar ubicados en Inglaterra) el Everton, conocido equipo de fútbol de la Premier League, y la escudería británica de Fórmula 1 Racing Point, con su sede en Silverstone, Northamptonshire? Respuesta: que el mayor promotor de ambos es SportPesa, una plataforma de apuestas deportivas keniana. La semana pasada The Liverpool Echo dedicó mucho espacio al viaje del Everton a Nairobi. Era la primera vez que un equipo de la Premier League jugaba en Kenia. Y el 7 de julio en el Kasarani Stadium, los blues, tras finalizar los 90 minutos de juego empatados 1-1, fueron derrotados en los penaltis por los Kariobangi Sharks. “Impacto conmovedor del viaje del Everton a Kenia”, titulaba The Liverpool Echo, refiriéndose a las diversas actividades de los miembros de la expedición con niños y jóvenes de los barrios de Kariobangi y Mathare. Apenas si el artículo mencionaba a SportPesa, la plataforma de apuestas deportivas organizadora del torneo, a la que el periodista Lionel Faull iba a aludir en un artículo de investigación para Finance Uncovered aparecido el 19 de julio: “Ya es hora de que en Kenia se acabe la cleptocracia de los mil millones de dólares por las malditas apuestas en el deporte”.

El problema de las apuestas no es nuevo. El Pari Mutuel Urbain (Empresa francesa de apuestas sobre las carreras de caballos) tiene hoy sucursales en varias capitales de África francófona. Pero las apuestas ya habían comenzado en los años 1980 cuando algunos senegaleses consiguieron piratear las imágenes de las carreras en Francia y hacer que sus conciudadanos apostaran. En 2014 la “Marocaine des Jeux et des Sports” tenía clientes en Sudáfrica y Nigeria, y la italiana Lottomatica cubría toda el África Austral así como Nigeria, Gana y Egipto. En 2016 RFI (Radio Francia Internacional) hablaba de “la inquietud de los gobiernos ante el aumento de los juegos de azar”. Según RFI fueron dos corsos, Michel Tomi y Robert Feliciaggi, los que, al comienzo de los 1990, montaron las primeras salas de juegos de África Occidental. Vinieron después los casinos de Senegal, Gabón y Costa de Marfil.

Lo nuevo son hoy las nuevas tecnologías y la telefonía móvil que han hecho que las apuestas aumenten exponencialmente, sobre todo en Sudáfrica, Nigeria y Kenia. “Por qué África Oriental es el próximo gran mercado en iGaming”, titulaba en abril del año pasado el boletín de BtoBet, compañía pionera en las nuevas tecnologías para operadores de juegos de azar y apuestas. Porque son los jóvenes quienes más apuestan online, y el 67% de la población africana (1.200 mil millones) tiene menos de 34 años. El último informe de la PwC, una de las cuatro consultorías más importantes del mundo, estima que en 2019 las ganancias de las casas de apuestas sudafricanas llegarán a €63 millones. En Nigeria se calcula que 60 millones de jóvenes nigerianos (edad 18-40) apuestan diariamente €4,1millones (Cifras de la Translation Royale, especialistas del negocio del iGaming). La particularidad de Kenia, en donde una encuesta de GeoPoll indicaba en 2017 que los jóvenes (18-35) apuestan frecuentemente, es que el 78% de los estudiantes universitarios son apostadores problemáticos. SportPesa, la plataforma keniana de apuestas deportivas y organizadora del torneo en el que el Everton fue derrotado por los Kariobangi Sharks, fue fundada por inversores búlgaros con buenas conexiones políticas. Hoy es, con mucho, la más importante empresa de apuestas de Kenia, con operaciones en Tanzania, Sudáfrica, el Reino Unido… y en la Isla de Man, que la OCDE, el FMI y numerosos gobiernos consideran como un paraíso fiscal.

sportpesa.jpgAnte la creciente adicción a las apuestas y juegos de azar, está surgiendo en Europa, particularmente en el Reino Unido, la oposición organizada a la esponsorización de equipos deportivos por las empresas de ese sector. También los gobiernos africanos están comenzando a reaccionar. Curiosamente, uno de los primeros en hacerlo fue el entonces dictador gambiano Yahya Jammeh, que en 2015, en un momento de rara lucidez, prohibió juegos y apuestas “para luchar contra los abusos de esa industria”. En 2016 el gobierno de Burkina decretó que iría a la arcas del Estado una parte de las ganancias de los jugadores. Ese mismo año el parlamento de Kenia creó una comisión que estudiara el asunto. De hecho Uhuru Keniatta, tras su reelección en noviembre de 2017, introdujo un impuesto de 15% sobre las ganancias de las empresas y de un 20% sobre las de los jugadores. Y según la Voice of Kenya el parlamento de Nairobi quiere implementar medidas más drásticas y estudia una ley que prohibirá, bajo amenaza de importantes multas, el uso de los móviles para las apuestas online. ¿Medidas inútiles? En buena parte. Porque “puesta la ley, puesta la trampa”: siempre se podrá apostar “offshore”, y aumentará aún más el número de pequeñas empresas locales, prácticamente incontrolables. Aparte de que a los gobiernos, con presupuestos generalmente deficitarios, les seguirá interesando todo lo que puedan sacar en forma de impuestos. Inútil pues matar a la gallina de los huevos de oro.

Más efectiva a largo plazo es la reacción de aquellos jugadores que quieren liberarse de la adicción, o que lo han conseguido y buscan que su ejemplo cunda. Ejemplo de periodismo positivo, numerosos casos han sido citados en artículos de la BBC y, con anterioridad, en el semanal Jeune Afrique. Por tratarse de un estudiante de Kenia, me ha llamado la atención el de Nelson Bwire, graduado este año en economía en la Kenyatta University, que Lionel Faull menciona en el artículo aparecido en Finance Uncovered.

Nelson Bwire cayó en la adicción en 2013, recién llegado a la universidad. Fue en 2015 cuando constató que con sus apuestas estaba perdiendo unos €835 al año (las matrículas anuales cuestan de €800 a €1000). En 2016 Bwire llevó a cabo un estudio sobre la adicción al juego entre los estudiantes: “Podías ir al laboratorio de informática y encontrarte con una mayoría de estudiantes conectados a páginas de apuestas deportivas”. Propuso entonces a la universidad un programa para luchar contra la plaga de las apuestas, y él mismo inició ese año una campaña de concientización. Ya se ha graduado en Economía, pero no ha dejado por ello su combate. Acaba de crear la Gaming Awareness Society of Kenya, y ha comenzado ya a entrevistare con los reguladores de apuestas y juegos de azar para que inicien campañas de concientización sobre sus peligros. ¡Le deseamos mucha suerte!

Ramón Echeverría

[Fundación Sur]


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Autor

  • Echeverría Mancho, José Ramón

    Investigador del CIDAF-UCM. A José Ramón siempre le han atraído el mestizaje, la alteridad, la periferia, la lejanía… Un poco las tiene en la sangre. Nacido en Pamplona en 1942, su madre era montañesa de Ochagavía. Su padre en cambio, aunque proveniente de Adiós, nació en Chillán, en Chile, donde el abuelo, emigrante, se había casado con una chica hija de irlandés y de india mapuche. A los cuatro años ingresó en el colegio de los Escolapios de Pamplona. Al terminar el bachiller entró en el seminario diocesano donde cursó filosofía, en una época en la que allí florecía el espíritu misionero. De sus compañeros de seminario, dos se fueron misioneros de Burgos, otros dos entraron en la HOCSA para América Latina, uno marchó como capellán de emigrantes a Alemania y cuatro, entre ellos José Ramón, entraron en los Padres Blancos. De los Padres Blancos, según dice Ramón, lo que más le atraía eran su especialización africana y el que trabajasen siempre en equipos internacionales.

    Ha pasado 15 años en África Oriental, enseñando y colaborando con las iglesias locales. De esa época data el trabajo del que más orgulloso se siente, un pequeño texto de 25 páginas en swahili, “Miwani ya kusomea Biblia”, traducido más tarde al francés y al castellano, “Gafas con las que leer la Biblia”.

    Entre 1986 y 1992 dirigió el Centro de Información y documentación Africana (CIDAF), actual Fundación Sur, Haciendo de obligación devoción, aprovechó para viajar por África, dando charlas, cursos de Biblia y ejercicios espirituales, pero sobre todo asimilando el hecho innegable de que África son muchas “Áfricas”… Una vez terminada su estancia en Madrid, vivió en Túnez y en el Magreb hasta julio del 2015. “Como somos pocos”, dice José Ramón, “nos toca llevar varios sombreros”. Dirigió el Institut de Belles Lettres Arabes (IBLA), fue vicario general durante 11 años, y párroco casi todo el tiempo. El mestizaje como esperanza de futuro y la intimidad de una comunidad cristiana minoritaria son las mejores impresiones de esa época.

    Es colaboradorm de “Villa Teresita”, en Pamplona, dando clases de castellano a un grupo de africanas y participa en el programa de formación de "Capuchinos Pamplona".

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