Abandonado por los EAU, Bashir estaba destinado a caer

12/07/2019 | Crónicas y reportajes

captura_de_pantalla_2019-07-03_a_las_13.35.12.pngEn la noche del 10 de abril de 2019, Salah Gosh, consejero de seguridad nacional, visitó al Presidente Omar Hassan al-Bashir en su palacio para asegurar al líder que las protestas no representaban ninguna amenaza para su mandato. Durante 4 meses, miles de sudaneses habían estado tomando las calles, exigiendo un régimen democrático y el fin de las hostilidades económicas.

Gosh dijo a su jefe que uno de los campamentos donde se alojaban los manifestantes, a las afueras del Ministerio de Defensa, sería contenido y ‘aplastado’. Bashir se fue a dormir tranquilo, hasta que 4 horas más tarde, cuando se despertó, se dio cuenta de que Gosh le había traicionado. Su guardia de palacio ya no estaba, y esta había sido reemplazada por soldados regulares. Su longevo mandato había acabado.

Un miembro del círculo cercano de Bashir explicó que el presidente se fue a rezar mientras los oficiales del ejército le esperaban. Le informaron de que el Comité de seguridad del país, formado por el ministro de defensa y los líderes del ejército, inteligencia y policía, lo relevaban en el poder, lo que implicaba que el dirigente había perdido el control sobre el país.

Fue entonces conducido a la cárcel de Kobar, en Khartoum, donde había encarcelado a miles de sus oponentes políticos, y donde continúa hoy en día. Se trató de un golpe de estado realmente fluido contra un hombre que había presenciado rebeliones e intentos de golpes, sobrevivido a sanciones de Estados Unidos y evitado el arresto por parte de la Corte Internacional de Justicia con cargos por genocidio y crímenes de guerra en Darfur.

Bashir era un líder muy hábil a la hora de manipular y controlar las facciones islamistas y militares rivales en Sudán, si bien estaba cada vez más aislado de las grandes potencias de Oriente Próximo en un contexto cambiante e inestable. En este sentido, Bashir maltrató una de sus aliados clave: los Emiratos Árabes Unidos (EAU), que habían enviado previamente millones de dólares a las arcas sudanesas.

El expresidente sudanés había servido a los intereses emiratís en la guerra de Yemen. Sin embargo, a finales de 2018, cuando la economía sudanesa se desplomó definitivamente y los manifestantes se echaron a las calles, Bashir se encontró solo, sin el apoyo de su ‘amigo’ poderoso y rico.

Gosh, como jefe de la inteligencia nacional y los servicios de seguridad de Sudán, contacto con prisioneros políticos y grupos de la oposición para buscar apoyo en las semanas previas al golpe de estado definitivo contra Bashir. En los días finales, el asesor llegó incluso a llamar a los servicios de inteligencia de los EAU para avisarles de los eventos que iban a tener lugar. Las relaciones entre Bashir y los EAU eran todavía buenas en febrero de 2017, cuando el expresidente visitó al príncipe heredero Mohamed bin Zayed (MbZ) en Abu Dhabi. 14.000 tropas sudanesas estaban presentes en Yemen como parte de la coalición militar liderada por Arabia Saudí y EAU contra los rebeldes apoyados por Irán.

El príncipe esperaba también la cooperación de Bashir en su lucha contra el islam político, que es percibido tanto en KSA como en EAU como una amenaza para las monarquías de la región. A partir del auge de la Primavera Arabe y su presencia en países de Oriente Próximo, la lucha contra el crecimiento de organizaciones como los Hermanos Musulmanes —considerada en EAU y Arabia Saudí (KSA) una organización terrorista— fue reforzada. La satisfacción en estas monarquías tras el derrocamiento de Mursi en 2013 como presidente islamista de Egipto y representante de los Hermanos Musulmanes se tradujo en importantes ayudas económicas al país durante los años posteriores.

En Sudán, la influencia islamista estaba sin embargo más arraigada que en Egipto, ya que se extendía varias décadas. Bashir tomó el poder en 1989 como líder de un consejo islamista, por lo que estos controlaron durante muchos años el escalafón militar, los servicios de inteligencia y ministerios clave.

Según algunos miembros del gobierno, existía entre Bashir y MbZ un entendimiento para que el sudanés limitase al máximo la influencia islamista y, a cambio, los EAU garantizarían el apoyo económico a Sudán. Tras las reuniones en Abu Dhabi y la gratificación pública del príncipe al régimen de Bashir por su participación y apoyo a la alianza en la guerra en Yemen, millones de dólares —7.600 millones según la agencia de noticias estatal de los emiratos— llegaron al país, tanto directamente al Banco Central de Sudán como a través de inversiones privadas.

Uno de los ayudantes de más confianza de Bashir, Tara Osman al-Hussein, era el encargado de manejar las relaciones entre Sudán y los EAU y KSA. Este exoficial de inteligencia, ambicioso y bien preparado, fue ganando poder hasta controlar la política internacional del régimen, por lo que muchos de los ministros, especialmente el de asuntos exteriores, empezaron a mostrarse reacios hacia su figura.

Emergieron entonces acusaciones contra Hussein, de forma que pronto fue acusado por personajes influyentes del panorama político sudanés de ser un espía de Arabia Saudí, alegando que las monarquías de la península habían depositado más de 100 millones de dólares en una cuenta de Hussein en Dubái. Bashir finalmente despidió a Hussein cuando, pese a negar todas estas informaciones, se conoció que había obtenido la ciudadanía saudí. En cualquier caso, su cese fue un revés importante no solo para el expresidente, sino también desde la perspectiva emiratí.

En el verano de 2017, una crisis diplomática explotó en el seno de los países del Golfo. Los EAU y KSA cortaron sus relaciones con Qatar por el apoyo de este último a los Hermanos Musulmanes. Este conflicto colocó a Bashir en una posición complicada. Como los Emiratos, Qatar había provisto al régimen sudanés con importantes ayudas económicas.

Las influencias islamistas en Sudán presionaron a Bahsir para que mantuviese las relaciones con Qatar y evitar así alinearse en la disputa. En esta línea, en marzo de 2018 se anunció un acuerdo de 4.000 millones de dólares entre los dos países para la construcción del puerto de Suakin, en la costa sudanesa, lo que finalmente ejemplificó que Bashir no estaba en el bando de MbZ.

Además, Bashir optó por no disminuir la influencia islamista en el gobierno, ya que temía perder el favor de figuras relevantes. En octubre de 2018 Sudán estaba cayendo de forma imparable hacia una crisis económica. La falta de combustible y alimentos se agravaba conforme Bashir se mantenía en una postura contraria a los intereses emiratís.

Fue en febrero de 2019 cuando Bashir finalmente selló su destino en una reunión con el Consejo Consultivo de Sudán (Shura), en presencia de los líderes del país, al reafirmarse en su postura proislamista. El expresidente viajó a Qatar para reunirse con el Emir, quien le habría ofrecido inicialmente un balón de oxígeno de mil millones de dólares, si bien el resultado no fue el esperado y la ayuda le fue denegada supuestamente por presiones de “ciertos partidos” al dirigente qatarí, lo que respondía ya a ciertos movimientos que conducirían al golpe de estado.

Durante la visita sorpresa de Gosh a los presos políticos en la cárcel de Kobar, este presentó unos esbozos sobre el plan para la implantación de un nuevo sistema político en Sudán que contaría con el apoyo de lo EAU. A mediados de febrero existió una propuesta por parte de Gosh y de los Emiratos para facilitar una salida digna del poder para Bashir, de forma que este se mantuviese como presidente de transición hacia la celebración de elecciones. Sin embargo, y pese a que Gosh anunció que el expresidente dejaría de ser el máximo dirigente, Bashir negó que existiese cualquier tipo de acuerdo, por lo que la carrera hacia el golpe de estado terminó por acelerarse definitivamente.

Los Emiratos establecieron contacto con la oposición política sudanesa y los grupos rebeldes para tratar cuál sería la situación política de Sudán una vez se produjese el cambio en el poder. Gosh había acordado con el ministro de defensa, el jefe de la policía y otros miembros relevantes del estamento militar que era el momento de dar por terminado el mandato de Bashir. El 21 de abril, 20 días después del golpe, y tras el viaje de varias delegaciones de EAU y KSA, estos países acordaron enviar una ayuda de 3 mil millones de dólares a Sudán.

En las semanas posteriores a la caída de Bashir, su antiguo aliado Hemedti emergió como la figura más importante y cabeza visible del Consejo Militar Transitorio que sigue gobernando el país. Este personaje ganó notoriedad internacional tras convertirse en uno de los comandantes más despiadados durante la guerra de Darfur. Sus milicias fueron acusadas de cometer atrocidades incluyendo la quema de poblados y la violación y asesinato de civiles.

Fuente: The East African

[Traducción y edición, Álvaro García López]

[Fundación Sur]

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