¿A qué juega Paul Kagame?

14/09/2011 | Opinión

Los beneficios esperados de la visita a Francia del presidente ruandés, Paul Kagame, ¿pueden acallar los desórdenes y las pasiones que suscita?

Recibido modestamente el domingo en el aeropuerto de Roissy-Charles-de-Gaulle por el ministro David Douille, el presidente ruandés es el invitado del jefe de Estado, Nicolas Sarkozy. No es bienvenido, por el contrario, para el ministro de Asuntos Exteriores, Alain Juppé, que se las ha arreglado para efectuar una gira por Oceanía. Tampoco lo es para el 2º personaje de la República, el Presidente del Senado, Gérard Larcher, que ha expresado “no tener tiempo”. Y es francamente “malvenido” para cierto número de parlamentarios y militares de alta graduación que piden a Paul Kagame que retire sus acusaciones de “complicidad con el genocidio” que desde hace años Ruanda insiste en presentar contra el ejército y Estado francés.

“Por parte francesa uno puede preguntarse qué es lo que puede justificar lo que muchos llaman una política de “auto-flagelación” por parte de la presidencia francesa. A la vista de las querellas y pasiones que se desencadenan, no se ven los dividendos inmediatos”, se pregunta André Guichaoua, profesor universitario, experto ante el TPIR y especialista.

Contencioso no saldado

Diecisiete años después, el contencioso entre los dos países persiste. Conoció un fuerte brote en 2006 cuando el informe del juez Bruguière acusó a Kagame y sus hombres del FPR de estar detrás del atentado que desencadenó el genocidio. Se rompieron las relaciones diplomáticas y Kigali en 2008 publicó el informe Mucyo, que acusa a altos responsables militares y políticos franceses, entre ellos a Alain Juppé, de complicidad en el genocidio. El actual acercamiento de posiciones se inició con la llegada de Bernard Kouchner a Asuntos Exteriores y la posterior visita de Sarkozy a Kigali en febrero de 2010.

El presidente francés había evocado en Kigali “errores, errores de apreciación, errores políticos que fueron cometidos aquí (…) Grave error de apreciación. Una forma de ceguera cuando no vimos la dimensión genocida del gobierno del presidente que fue asesinado”, sin precisar ni los errores de los que hablaba, ni si se refería a errores franceses o de la comunidad internacional. Después de este acto de semi-contrición, no se han producido hechos significativos de “reconciliación”, salvo la creación por parte francesa de un polo especializado en crímenes contra la humanidad que podría juzgar a residentes ruandeses en Francia sospechosos de haber participado en el genocidio. Por otra parte, Bernard Kouchner fue sustituido en Exteriores por Alain Juppé, que ocupaba ya esa puesto en 1994.

Entre tanto, Paul Kagame ha perdido numerosos apoyos tanto en el interior de Ruanda como en el exterior. Hasta el punto que el móvil de su viaje a París parece motivado por intereses ajenos al “contencioso” franco-ruandés. “Kagame ya no está en posición de fuerza. Su apoyo británico es muy discutido desde que tuvo la mala ocurrencia de enviar a Gran Bretaña matones. Eso sentó muy mal. Y las condiciones de su reelección, con el 93% de los votos, en agosto de 2010 fueron también muy discutidas en Washington. Por lo tanto, el interés de la visita de Kagame a Francia reside sobre todo en la necesidad de diversificar los posibles apoyos”, afirma un consejero político que pide anonimato.

A este descrédito en sus tradicionales apoyos anglosajones, que habían saludado “el modelo ruandés” de desarrollo y de estabilidad, han venido a añadirse el abandono de antiguos compañeros de armas y las graves acusaciones de un informe de la ONU contra Ruanda por los crímenes cometidos por su ejército en el este del Congo. El régimen ya no está “en olor de santidad” e incluso, según un informe del mando militar americano de AFRICOM, está amenazado por “una gran incapacidad en abrir la arena política y el estrechamiento de su base y su recurso permanente, después de 17 años del genocidio, a medios brutales para acallar las disensiones”.

¿Una nueva política africana por parte de Francia?

¿Cuál podría ser el interés para la presidencia francesa de un acercamiento? También parece que está poco ligado al genocidio de 1994. Se trata de un intento de recuperar la perdida influencia de Francia desde 1994 en la región de los Grandes Lagos. Pero no hay que hacerse ilusiones sobre los resultados. Se trata seguramente para Sarkozy de volver a marcar su voluntad de ruptura con las antiguas redes gaullistas, chiracquianas o villepenistas en África (Françafrique) e indicar ante los franceses y ante el mundo que lleva adelante “una nueva política africana”. “Se constatan a lo largo de este último año actos que muestran la voluntad de volver comprometerse seriamente. Ha sucedido respecto a Costa de Marfil y puede imaginarse que afrontar la cuestión ruandesa es otra manera de querer mover las cosas. El presidente Sarkozy puede pensar que, aunque descontente al ejército o al Quay d’Orsay, se desmarca de la política pasada y no está ligado a errores de sus predecesores. Es sin duda un elemento importante en su estrategia, aunque no se ven muy bien los dividendos inmediatos ni las grandes líneas de lo que sería una nueva política africana ambiciosa”, comenta el profesor Guichaoua.

Esta “reconciliación”, tintada de realpolitik, con el telón de fondo de uno de los dramas humanos más culpabilizadores del siglo 20, sirve sin duda a los intereses, evidentemente, de los dos presidentes. Queda en suspenso saber con qué medios avanzará una historia que entre Kigali y París sigue enfrentando pasiones y verdades contradictorias.

Franck Petit

(Slate.fr 13.09.2011)

Traducido por Ramón Arozarena.

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