120 años de la Batalla de Adua, por Mario Lozano Alonso

1/03/2016 | Bitácora africana

El 1 de marzo de 1896, hace hoy 120 años, el ejército del imperio etíope derrotaba al italiano en una batalla épica entre las colinas de Adowa o Adua, al norte de Tigray. La victoria etíope supuso el mantenimiento de la independencia del país, y aún hoy se celebra con orgullo la bravura de las tropas de Menelik II. La importancia de esta batalla no reside en la aplastante victoria de un ejército africano sobre uno europeo –anteriormente los zulúes habían derrotado en 1879 a los ingleses en Insandlwana-, sino en el rédito diplomático obtenido: gracias a ella, Italia y el resto de potencias colonialistas reconocieron la independencia de Etiopía, tratándola en pie de igualdad.

Los antecedentes

Etiopía, en aquella época conocida en Europa como Abisinia, hacía poco que se había unificado bajo el mando del negus negesti (rey de reyes) Menelik II. La ascensión al poder de Menelik no fue fácil, ya que primero tuvo que derrotar a sus rivales por el trono de su tierra natal, Shoa, que consiguió en 1866. En 1868, los ingleses invadieron el país y tomaron Magdala, la capital del emperador Tewodros II, quien se suicidó. Kasai, señor del Tigray y gran rival de Menelik, había dejado paso franco a los ingleses a cambio de armas, las cuales empleó para hacerse con el poder, coronándose como Yohannes IV en 1868. Menelik, que conscientemente se había negado a colaborar con los ingleses, aceptó la nueva situación limitándose a gobernar su feudo de Showa, aunque siempre pendiente de cualquier movimiento en la corte.

Imperio etíope antes de Adua

Por su parte, Italia quería un imperio o, mejor dicho, Francesco Crispi, presidente del consejo del Reino, quería uno. A finales del siglo XIX, los italianos no se mostraban especialmente interesados por la fiebre imperial que barría los gabinetes de Francia, Reino Unido o Alemania, pero Crispi defendía la necesidad de que Italia conquistase nuevos territorios donde ubicar sus excedentes demográficos. La conquista francesa de Túnez en 1881, territorio que Italia consideraba naturalmente suyo, dolía y adua.jpgmucho en la mentalidad del gobernante italiano, que comenzó a fijarse en las costas del Mar Rojo.

El tratado de Wuchale -Uccialli

En 1869, la compañía italiana Rubattino compró la bahía de Assab, hoy en Eritrea, con el fin de servir de puerto de suministros a los barcos que viajaban por el nuevo Canal de Suez. Pero 1889 fue el año clave: el 10 de marzo moría en la batalla de Metemma Yohannes IV cuando combatía a los mahdistas sudaneses.

Tanto Menelik como Crispi supieron que era el momento de actuar con rapidez e inteligencia. Los italianos ofrecieron armas y dinero a Menelik, quien quería imponer su poder sobre el legítimo heredero de Yohannes, pero a cambio pedían toda la franja costera etíope, lo que en el futuro sería la colonia de Eritrea.

Para Menelik, perder los territorios septentrionales a cambio de la corona imperial le pareció un mal menor aceptable; además, ya se ocuparía de los molestos italianos más adelante. Ambas partes se reunieron el 2 de mayo de 1889 en la aldea de Wuchale (Uccialli, en italiano), donde firmaron un tratado en el que se confirmaba lo anteriormente pactado. El problema vino con la traducción del artículo 17, que en italiano indicaba que el negus debía recurrir a Italia para mantener cualquier tipo de contacto diplomático, lo que suponía convertir a Etiopía en un protectorado, pero en la traducción en amhárico esa obligación se convertía en algo opcional.

La batalla de Adua

Los italianos no habían logrado su objetivo pacíficamente, así que comenzaron a prepararse para la guerra, que Menelik les declaró el 17 de septiembre de 1895. Los transalpinos, dirigidos por el general Baratieri, lograron avanzar por el norte hasta que fueron parados en seco en la batalla de Amba Alagi, el 7 de diciembre de 1895. Esto llevó a los italianos a replegarse a su fuerte de Mekelle, donde pronto fueron asediados por los etíopes. Menelik permitió a los soldados enemigos que se rindieron su reincorporación al resto del ejército italiano sin sufrir daño alguno, mientras él dirigía a su gran ejército a las cercanías de Adowa-Adua.

menelik.jpgBaratieri no consideraba prudente lanzarse sobre las posiciones etíopes. Además, sus informes sobre las tropas etíopes indicaban que sólo contaban con 60.000 hombres, cuando en realidad la cifra era del doble. El 29 de febrero, tras recibir presiones del propio Crispi, decidió avanzar hacia Adowa.

Durante la noche, los casi 18000 soldados italianos y sus 56 piezas de artillería partieron en cuatro columnas: Dabormida dirige la que se interna por la derecha, Arimondi la central, Albertone la que penetra por la izquierda y Ellena la de reserva. Una parte importante la componían los áscaris, soldados nativos reclutados en Eritrea. El terreno montañoso, sin carreteras y surcado de valles profundos les obligaba a avanzar a duras penas por angostas sendas. Además, los espías del ras Alula, uno de los generales etíopes, advirtieron a Menelik de la llegada de los italianos, preparando a su gran ejército en las colinas de Adowa.

El ejército abisinio se componía de unos 120.000 soldados, capitaneados por el emperador Menelik II, la emperatriz Taytu Betul, el ras Wale Betul, el negus Tekle Haymanot de Gojjam, el ras Mikael de Wollo, y el ras Alula Engida, entre otros. Aproximadamente tres cuartas partes de los soldados contaban con rifles además de contar con 42 piezas de artillería.

La columna dirigida por Albertone fue la primera en entrar en contacto con los abisinios, a las 6:00 del 1 de marzo. Tras cuatro horas resistiendo el envite etíope, Albertone fue capturado, escapando los supervivientes a la brigada Arimondi. La brigada Dabormida intentó auxiliar a la de Albertone, pero no llegó a tiempo. Tras intentar retirarse hacia una posición más segura, la Dabormida se internó en un estrecho valle que resultó ser una trampa mortal: la caballería oromo del ras Mikael los masacró al grito de ebalgume, ebalgume! (¡segad, segad!), sin dejar supervivientes.

Sólo quedaban dos brigadas italianas, la de Ellena y la de Arimondi, las cuales se hicieron fuertes en las estribaciones del Monte Belah. Sin embargo, la batalla estaba perdida: los italianos estaban completamente a merced de la superioridad numérica de los etíopes. Al atardecer, los restos del ejército transalpino se batían en retirada hacia Eritrea.

La batalla dejó un saldo sangriento en ambos bandos: los italianos perdieron alrededor de 7000 hombres y 3000 fueron capturados; en el bando etíope, las bajas ascendían a unos 6000 muertos y 8000 heridos. La peor parte la sufrieron los áscaris: sabedores de que los etíopes los consideraban traidores, luchaban hasta la muerte ante el miedo de ser mutilados si eran capturados vivos. Sus miedos no resultaron ser infundados: se estima que a los 800 áscaris capturados se les cortó el pie izquierdo y la mano derecha como símbolo de su traición.

El Tratado de Addis Abeba

La victoria etíope aún se cobró una víctima más en Roma: la derrota supuso la dimisión de Crispi, poniendo fin al sueño colonial italiano en Abisinia. El nuevo gobierno se avino a firmar con Menelik un nuevo tratado, que cancelaba al de Uccialli, en Addis Abeba el 23 de octubre de 1896, en el cual Italia reconocía la independencia de Etiopía.

De esta manera, Etiopía se convertía en la única nación africana en mantener su independencia frente al frenesí colonial europeo. Menelik II expandió hacia el sur y el este las fronteras de su imperio, configurando en pocos años el actual mapa etíope. Además, modernizó el país fomentando la creación de instituciones modernas e infraestructuras como el ferrocarril Addis Abeba – Djibouti.

En Italia la derrota adquirió tintes de humillación nacional, de un modo muy similar a lo que sucedería en España tras la derrota de Annual de 1921. El fascismo italiano no olvidará esta afrenta, que vengará en 1935 cuando, ante la pasividad de la Sociedad de Naciones, invada Etiopía, esta vez con éxito.

Fuente: El Reino de Aksum

*En Fundación Sur adelantamos que en los próximos días Mario Lozano, autor del Blog El Reino de Aksum y colaborador nuestro en Bitácora Africana, impartirá una conferencia sobre este interesante tema de la batalla de Adua en nuestra sede de la C/. Gaztambide, 31

Autor

  • Lozano Alonso, Mario

    Nací en León en 1982. Desde hace varios años me apasiona la historia etíope, lo que me llevó a iniciarme en el estudio de la lengua ge'ez (etiópico clásico), contando con la ayuda del gran maestro Ángel R. Garrido Herrero. Hoy soy profesor de ge'ez en instituciones como el CEPOAT de la Universidad de Murcia, el Instituto Bíblico y Oriental y el Estudio Teológico Agustiniano de Valladolid. También imparto el primer curso de Historia del África Subsahariana Precolonial online en castellano en el CEPOAT de la Universidad de Murcia.

    Como investigador, estoy realizando mi tesis doctoral sobre la yihad de Ahmad Grañ contra el imperio etíope (1529-1543), aunque también me interesan otros períodos de la historia etíope. En septiembre de 2018 se publicó mi primer libro, dedicado a las iglesias de Lalibela, dentro de la colección de National Geographic de Arqueología, el cual se ha traducido al francés y al italiano. En 2019 redacté la entrada del Diccionario Biográfico Electrónico de la Real Academia de la Historia sobre Pedro Páez y, gracias a la Fundación Universitaria Española, publiqué mi segundo libro, titulado Pedro Páez y las Fuentes del Nilo Azul. Diplomáticos, misioneros y aventureros en la Etiopía de los siglos XVI y XVII. Puedes saber más sobre mis publicaciones consultando mi perfil en Academia.edu.

    Blog: Reino de Aksum

    @Lanciense

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